lunes, septiembre 25, 2006

HOYA

Lo que más amamos en la vida es, sin duda, a la vida misma.
La vida en sí misma es dura, injusta, impredecible. La vida es caprichosa, es algo que se nos da y se nos quita sin previo aviso, un regalo que no hemos pedido pero que una vez tenemos se convierte en nuestro tesoro más preciado.
Nosotros, como seres humanos que somos nos pasamos la mayor parte de nuestras vidas deseando, amando, sufriendo, odiando, poseyendo cosas, llorando a personas, luchando contra la adversidad, aprendiendo, dando, construyendo cosas tangibles, cosas no-tangibles. Simplemente siendo…

Pero somos más que todo eso. Poseemos algo muy superior a todas estas cosas que en y por sí mismas nos definen como personas. Poseemos una voluntad de vivir que nos empuja siempre a ir más allá de nosotros mismos, de lo que se supone que podemos soportar. Rimbaud dijo una vez que “lo realmente insoportable es que no hay nada insoportable”. Rimbaud era sensible hasta ese extremo. Su sensibilidad se rebelaba hasta con su propia voluntad de vivir. Pero no todos somos tan rebeldes. Ni tan sensibles.

A mí no me resulta insoportable pensar que mi voluntad es tan fuerte que es capaz de soportar lo insportable con tal de conservar mi vida. Me da fe. Me da esperanza. Me renueva la ilusión. Y la ilusión me produce alegría. Alegría de vivir, claro.

Una vez, siendo pequeña, tuve un pensamiento de fe, y no ha dejado de acompañarme hasta el día de hoy. El pensamiento es el siguiente: “Si deseas algo durante mucho tiempo y lo deseas de verdad, con todo el corazón , al final, la vida te lo acaba poniéndo delante de las narices. Te lo trae. Te lo regala.”. Las leyes de la causalidad me hicieron elborar tal anticientífico pensamiento. Es ingenuo, pero en mi caso, y me da igual lo que penséis, es verdad.

‘La vida es un puta, que te empuja…’ Quién no haya pensado esto alguna vez que vaya y se lo diga a Mucho Muchacho.
Yo iría hoy y le daría la razón. Pero también le diría que no siempre y que por eso la queremos, la amamos y la deseamos. Porque amamos la contradicción y la culpa no es de la vida, sino de nuestra voluntad de vivir. La culpa la tiene la esperanza.
Hasta el mismísimo Rimbaud, quién sufrió lo indecible espiritual y físicamente tuvo que rendirse a sus pies al ver que se le iba de las manos a una temprana edad. Su voluntad le hizo un corte de manga a su terrible sensibilidad.

Mi esperanza llega siempre en el momento adecuado. Cuando empiezo a perderla de vista la vida va y me regala algo, aunque sea una nimiedad. Es como un recordatorio de mi voluntad, la que nunca ceja en su empeño de crecer pero que a veces se detiene, mira a su alrededor y se pone a llorar. Me recompensa por ser tan perra.

Hoy he vuelto a sentir que las leyes de la causalidad me daban la razón una vez más, se las daban a la niña que aún llevo dentro, a la niña que desde que tiene uso de razón ha querido tener una hermana.

Hoy ha nacido Hoya (pronúnciese Joya), y me he sentido triste y feliz a la vez. Triste porque la vida me sobrepasa, con todo lo bueno y malo que hay en ella…, pero feliz porque nunca me falla.

martes, septiembre 05, 2006

Chiflators

Tras una mañanita de la más ajetreada en la que he tenido que manejármelas para trabajar e ir a matricularme a la universidad (por cierto, ya no me acordaba del coñazo que eso supone, sobre todo si es tu primer año de carrera), me he sentado en la terraza de un bar a meterme un merecidísimo bocata de jamón serrano acompañado de un cafecito.
A mi lado había un hombre en silla de ruedas. No estaba en la terraza sinó en el portal justo de enfrente, a lo que me imaginado que sería el portero o un vecino ya que hablaba con todos los que iban entrando y saliendo o pasaban por delante de él.
Me he cruzado un par de miradas con él y he seguido comiendo y saboreando el jamón, la matrícula realizada y la soleada mañana. Y en esas que ha aparecido un hombre con muletas y me ha pedido que le hiciera sitio y que le pasara un silla para poder apoyar una pierna. El de la silla de ruedas nos ha visto y rápidamente ha girado la silla, se ha acercado a nosotros, y ni corto ni perezoso ha dicho:

A mí:
-Niña, sácate las gafas de sol que no te veo la cara! ( a lo que me he quedado ¿¿??)

Y al de las muletas:
-Si quieres te dejo un carro, tengo otro arriba y no lo necesito, JUAS JUAS JUAS ( a lo que nos hemos quedado los dos ¡¡¡¿¿¿???!!!)

Dentro de todos los momentos surrealistas del día de hoy, como por ejemplo en el que me he visto rellenándo la hoja de la matrícula rodeada de adolescentes y diciéndo en voz alta: ESTOY HACIENDO UNA LOCURA, SE ME VA.., SE ME VA LA OLLA..., o cuando el segurata de la oficina me ha dicho por segunda vez en menos de 3 minutos: ESTÁS MÁS GUAPA QUE NUNCA CON ESE PAÑUELO EN LA CABEZA, DE VERDAD TE LO DIGO... y casi me babea encima del bolso, este del tío de la silla de ruedas ha sido el mejor.

¿Qué le pasa a la gente? ¿Qué me pasa a mí?
Estamos TODOS perdiendo el norte, quedándonos pallá, idos, chalados, lokos, pillados, enajenados, dementes, CHIFLATORS!

SE NOS VA LA PINZA, DE VERDAD OS LO DIGO.