lunes, octubre 18, 2004

Qué extraño...

Es extraño, muy extraño todo, como avanzamos, como nos detenemos, como retomamos el camino, llenos de dudas, por inercia, porque no tenemos más remedio, porque nos obligan, có
mo te obligan a esforzarte y concentrarte en algo en lo que no tienes el más mínimo interés, y cómo te muestras ante las cosas, y las personas, y reaccionas ante las situaciones, las decisiones que aplazas y luego tomas así, como de repente, forzado por la causa, arrastrado por el efecto... Todo lo que deseas que pase, y no tienes ni idea de cómo hacer que pase, las pistas que te dan, las que imaginas, las que tomas como aliciente, como prueba, y que te llenan de esperanza, y de desconsuelo, y como sigues pensando..., en resolver, en dar pasos nuevos, en cerrar proyectos pasados, y olvidarte de lo que hiciste, en encontrar algo nuevo, en no perder lo esencial, lo aprendido, lo que no te molestó cuando te obligó la suerte, o la mala suerte..., es extraño todo... el amor, la amistad, los que no están y quieres que estén, los que están y no sabes si necesitas, lo que exprimes, de lo que huyes, de lo que te arrepientes, aquello o aquellos que ignoras porque no entiendes que significa o significan para tí, y sabes que no te entienden, y que no significas gran cosa para ellos, como usas y te utilizan, como prescindes, se ciñen o te ciñes a lo que no te corresponde... Me sorprenden tantas cosas, me asombra el olvido, la negación, los aires de grandeza, la petulancia, las atracciones varias, todo aquello a lo que no le puedes poner un nombre, los afectos que no pueden desarrollarse, estas cadenas, estas cadenas invisibles, el precipitarse, el no querer dejar que se escape el presente, las amenazas propias, como nos puede el deseo, los disfraces de campanillas, los entornos que nos abruman, y la fuerza imperecedera que nos late por dentro. Me extrañan actos como el llorar, el reir cinco minutos después, los talentos en potencia... Me extraña la tristeza, me extraña el porqué cerramos los ojos en un momento determinado, cuando sabemos que nada es tan importante, que en realidad todo es un juego, que no nos vemos realmente, y que sabemos que somos ridículos.

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