lunes, noviembre 22, 2004

El Thai

Hace diez años, mientras pasaba unas vacaciones en Londres con Ruth, mi madre me dijo por teléfono que me tenía preparada una sorpresa para cuando volviera a casa. Le insistí tanto para que me dijera de qué se trataba, que la buena mujer claudicó y al final me confesó que la sorpresa era, ni más ni menos, un perrito.

Tengo que aclarar que antes del Thai (así le llamanos finalmente) yo ya había tenido un perro . El pobre bicho, pero, se murió a las dos semanas de estar en casa. Le sentó mal la vacuna anti-rabia, se volvió loco de remate y un buen día la cascó. También había tenido loros, periquitos, canarios, tortugas, y hasta un gato, y todos, en mayor o menor medida, tuvieron una vida corta y un trágico final. El gato me lo trajo mi hermano, con toda su buena voluntad, el día de mi 15avo cumpleaños, y tuve que vivir la pesadilla de dejar que se lo llevara 5 minutos después porque mi madre me montó el numerito de "o el gato o yo, tú eliges". Uno de los recuerdos más vivos que conservo de todos los animales que han ido llendo y viniendo, es el de África, una cacatúa que adoraba por encima de todas las cosas y que una noche, sin previo aviso, empezó a sangrar por el pico y luego se quedó más seca que la mojama. Y como no, el de Nietzsche, el periquito más inteligente y encantador que os podáis echar a la cara, pero al que un buen día se le giró la tortilla y se cansó de ser periquito y quiso convertirse en una especie de héroe manga, y cometió la estupidez de abandonar su jaula y ponerse a jugar con un pittbull y picarle en el hocico y..., bueno
no hay mas ies porque ese fue el último acto que realizó en esta vida.

Así que con este terrible historial sobre mis espaldas, recibí la notícia de que mi madre se había echado la manta a la cabeza y había sucumbido a nuestros ruegos y aceptado adoptar un perro. No miento si digo que me encantó la idea pero que algo dentro de mí me decía que el pobre animal tenía los días contados si vivía bajo nuestro mismo techo.

A los dos días de tenerlo con nosotros, mi madre y mi hermano se fueron de vacaciones (todo el mes de agosto) y me dejaron sola en casa con el Thai (por si alguien se pregunta a qué viene ese nombre de perrita faldera, tengo que decir que mi hermano lo eligió en base a uno de los deportes más masculinos y brutales que se practican hoy en día, el ThaiBoxing-Gggrrrrrr!!!)

Pues bien, a los 16 años, en mitad de mi época más loca y surreal, mi madre me dejó sola en casa UN MES con un cachorro de menos de 3 semanas. Suerte de la veterinaria y de su servicio de urgencias 24 horas, porque sinó la que hubiera tenido una final trágico aquel verano hubiese sido yo.

Todos los que hayais tenido perro sabéis que no se puede bañar a un cachorro antes de que le pongan las 3 primeras vacunas, y que el proceso de desparasitarle y vacunarle dura más o menos un mes (repito: UN MES). No me hubiera importado demasiado si no hubiera sido porque el perro había nacido en un establo en un pueblo perdido de Zamora y las pulgas se lo estaban comiendo vivo.
Pero las pulgas, esos mini-chupasangres venidos del mismísimo infierno, resultaron no ser tan malas.
Y con tan malas, me refiero, a en comparación a la colección de gusanos blancos, feos y gordos que empezó a cagar el perro en cuanto le dí su primera pastilla antiparasitária. La veterinaria me dijo que era normal.
-¿NORMAL?Pero si son del tamaño de un LÁPIZ!!!...
-Es normal, mejor que los cague que no que se le queden dentro, no crees?
-Sí, supongo que sí... (JOORRLLLL!!!)

Y ahora es cuando me tengo que poner a dar las gracias:

Gracias Elba por venir cada día a exterminar con tus bonitos y delicados dedos unas cuantas pulgas del diminuto cuerpo que tenía el Thaipor entonces (quien hubiera dicho que se convertiría en el critter que es hoy por hoy, eh?), gracias por prestarme todos los utensilios del Toby y sobre todo gracias por tus valiosas lecciones sobre cómo criar a un cachorro.

Gracias Ruth por volver de fiesta conmigo cada día a las seis de la mañana y ayudarme a recoger todas las mierdas y los gusanos. Gracias por no odiarme por aquella vez que hize caso omiso a tus recomendaciones de limpiar las cacas que adornaban mi salón (gran salón el del zulo!), y las dos acabamos pisando mierda (quién puede presumir de haber pisado una mierda de perro con los pies descalzos?) y te obligué a limpiártela en la pica del lavabo porque 'así irás más rápida'. Gracias también por no tirar al Thai por la ventana durante aquel finde, cuando te quedaste con él de canguro, y el pobrecillo te lloró y rascó en la puerta toooooda la noche y para cuando te decidistes a ser buena y dejarle entrar el muy cabrón había regado de pipis toda mi casa (gran casa el zulo!).

Y gracias THAI por seguir vivo todavía. Por haber roto la maldición animal que me perseguía desde que nací. Gracias por esas canas que ya se te asoman, por esos pedos pestilentes, por ladrar como un loco cada vez que alguien pica al timbre, por morderme en la pierna cada vez que salgo de casa y no te llevo conmigo, por levitar casi de alegría cada vez que entro por la puerta, por tener celos de la Pan siempre que me da besitos, por odiar el agua, por amar el queso y las manzanas, por dormir en el baño en verano y debajo de la mesa del comedor en invierno, por mearte cuando te da la gana, donde te da la gana y justo después jugar conmigo al escondite, por morderle la nariz a todo el que llega y no te conoce y te quiere dar un beso, por querer parecerte a mí y tener el pelo más feo y enredado del mundo, por ser un nervio-juguetón y por tener esos ojos tan bonitos. GRACIAS POR SER TAN GENIAL.
TELOVE